miércoles, 24 de enero de 2018

Reto literario 2018 - El argumento es tu chiste favorito

Empiezo este reto literario con tres semanas de retraso, así que voy a tener que darme prisa.

Espero que os guste, fantópicos. Yo al menos me he reído :D

Relato escrito por Cristina Sanz Fernández

Aquel martes 13 no fue un buen día para Antonio Pérez Cortijo y su fiel compañero José Durero Pascual, alias El Pepe. No lo fue por tres motivos.
El primero fue la discusión que había tenido con su parienta. Vaya mala leche se gastaba Mariana. Y cómo iba a decirle que se había cargado el cuadro eléctrico porque una bombilla no funcionaba… Así que se dirigió al coche patrulla blanco y verde que manejaba El Pepe, con una prudencia más que temeraria, dispuesto a soltarle un par de guantazos bien dados al primer borracho que se le cruzara en el camino

Desgraciadamente el primer borracho que se encontró fue su capitán y que le dio el segundo motivo para amargarle el día. El gordo le soltó un telegrama y un eructo y se fue derecho al bar de la esquina a seguir amenizando la mañana.

Leyó el telegrama una y otra vez y después se lo tendió al Pepe, que lo leyó de una tacada en voz alta, casi sin respirar.


Posible movimiento sísmico en la zona. Stop.
Muy peligroso, Richter 7. Stop.
Epicentro a 3 Km. de la población. Stop.
Tomen medidas. Stop.
Informen resultados con urgencia. Stop.


“La hostia”, pensó Antonio, con un retortijón incipiente. El Richie era una pieza de cuidado y si encima se había buscado unos compinches, no pintaba bien la cosa. Como si de un Pepito Grillo se tratase, El Pepe le puso una mano en el hombro y repitió.


- La hostia, Antonio, que nos va a tocar currar.


En efecto, eso lo resumía todo. Por lo menos iba a poder soltar un par de guantazos.



- Ya lo puedes ir soltando todo. ¿Dónde está el Richie?


- Pero, señor, de verdad que no…


Como Antonio seguía de mal humor, dio un sopapo a rodabrazo que El Pepe tuvo el buen tino de no ver y, por si las moscas, soltó otro de vuelta. Epicentro estaba tan acobardado que no dijo ni pío en un buen rato. Los maleantes ya no tenían la buena costumbre de ponerse motes decentes. ¿Dónde quedaban los tiempos de Makinavaja, el Chulo y la madre que los parió? Se disponía a soltar un nuevo golpe cuando un temblor le interrumpió. El Pepe y Antonio se miraron y, con la complicidad de aquellos que llevan veinte años trabajando juntos, llegaron a la misma conclusión y se volvieron a la vez hacia el detenido.


- Me cago en la puta, Epicentro de los cojones. ¿En qué os habéis metido?


- Pero que no…


Por suerte, al cabo de un rato el tío confesó y se fueron a buscar al Richie.


Llegaban al puti de buena tarde cuando un segundo temblor sacudió el coche, pero los guardias civiles lo tomaron por un bache. En cuanto aparcaron en la puerta, salieron corriendo del local no menos de 3 habituales, del puti y de la cárcel. El último fue el Richie.


- ¡Alto ahí! - gritó Antonio. - ¡Somos de la guardia civil! ¡Alto ahí o disparo!

Pero el Richie se giró lo suficiente para ver las pistolas extendidas en su dirección y salió corriendo como si les debiera dinero. Antonio no estaba por la labor de correr detrás del tipo así que disparó a los pies del fugitivo y soltó un “me cago en la puta” cuando el tiro le salió por la culata y le dio en la espalda al Richie, que se tambaleó unos instantes mientras recibía un segundo balazo, procedente de la pistola del Pepe.

- La hostia. - Los dos guardia civiles se acercaron al cuerpo tendido y vieron que el Richie había pasado a mejor vida. - La de papeleo que vamos a tener que hacer, Pepe.

- Si ya decía yo que no teníamos que haber salido de casa, que hoy es martes y trece.

- Venga, llama para que recojan a este.

El Pepe acababa de sacar el móvil cuando un nuevo temblor empezó a sacudir todo lo que había, empezando por el letrero del puticlub y acabando por el coche verde y blanco que tan buen uso les había dado. Al cabo de unos segundos cayó el letrero y aplastó el coche y media docena de putas salieron en desbandada de local.

Cuando el terremoto terminó, quedaban los escombros, un cadáver y dos guardia civiles que se miraban con la misma expresión pero distintos pensamientos.

“¿Quién iba a imaginar un terremoto en Lepe?”

“Si lo llego a saber, me había esperado a mañana para cambiar la bombilla.”

Un mes después de duros trabajos de recuperación por parte de los ciudadanos y un trabajo más bien leve de Antonio y El Pepe, en el Centro Sísmico Nacional recibieron este telegrama:

Aquí Cuartel Guardia Civil Lepe. Stop
Movimiento sísmico totalmente desarticulado. Stop.
Ritchter intentó huir y fue abatido a tiros. Stop.
Epicentro y tres compinches detenidos. Stop.
No hemos contestado antes, porque hubo un terremoto de la hostia. Stop.

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